La realidad de uno de los pueblos en peligro de extinción.
Cerca de 50 familias indígenas (100 personas) Emberá Katio y Emberá Chamí, tendrán que dormir esta noche en albergues acondicionados por la Alcaldía de Bogotá, tras ser desalojados por no poder pagar el alquiler del mes.
Alfonso Manuca Camarse, una de las personas desalojadas, relata que desde el mes de octubre de 2019 llegó a Bogotá y hasta la fecha había logrado conseguir diariamente los 30 mil pesos para pagar un techo donde dormir con sus hijos pero, por la cuarentena, ya no pudo salir a la calle a vender sus artesanías y completó una semana sin tener comida ni medios para cocinar. (Vea a continuación la entrevista a Alfonso).
Horacio Guerrero, director de asuntos étnicos en Bogotá aseguró que el Distrito dará a las familias indígenas desalojadas vivienda y alimentación (Vea a continuación la entrevista a Guerrero) “Habrá una reubicación temporal hasta que la Unidad de Víctimas asuma la atención integral o la Alta Consejería, según corresponda”, complementó.
Precisamente hoy 1 de abril, el Ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, anunció que pronto firmarán un decreto para evitar que durante la cuarentena desalojen personas por el no pago del canon de arrendamiento, aún si el contrato está cerca de vencerse, algo que también cobija a quienes pagan los “pasadías”.
La situación de las familias Emberá, que se encuentran desplazadas en las principales ciudades del país, es causa, principalmente, de la presencia de las empresas mineras y del conflicto armado que se vive en los territorios y que han generado la muerte de muchos de sus familiares. Particularmente es delicada la situación humanitaria de las comunidades del pueblo Emberá Katio y Chamí (asentados tradicionalmente en territorios de los departamentos de Risaralda, Valle del Cauca, Chocó, Quindío).
La Corte Constitucional demandó en 2009 la formulación de un Plan específico de Salvaguarda en atención a que estas circunstancias configuran un riesgo de extinción para estos pueblos.
De acuerdo con los indicadores para la medición de la pobreza utilizados por la Agencia para los refugiados de las Naciones Unidas – ACNUR – (2009), se determinó que el choque cultural generado en la población indígena al llegar a Bogotá se presenta en diferentes niveles, como son clima, vestuario, lenguaje, dimensiones de la ciudad, ubicación, temporalidad entre otros.
Así mismo, esta población reconoce como lugares de referencia las zonas marginales de la ciudad porque son los sitios que históricamente han recibido a este tipo de población. Estos lugares se caracterizan por ser zonas con desarrollo de actividades como la prostitución, venta y consumo de sustancias psicoactivas, delincuencia común entre otras, acciones que afectan e influyen en la población infantil y juvenil indígena. De acuerdo al informe de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento – CODHES – presentado a la Corte Constitucional en 2011, las familias que se asientan en estos barrios viven en casas antiguas, en habitaciones por las que pagan diariamente entre 8 y 12 mil pesos de alquiler. A 2019 se habla de 30 mil pesos.
Citando un informe de estudiantes de Pediatría de la Universidad Nacional, CODHES da cuenta que las viviendas están expuestas a la contaminación ambiental; el 26.9% carecen de agua potable y el 73% restante recibe agua del acueducto por un tubo madre y presentan serios problemas de salubridad (CODHES, 2011).
Con relación a este fenómeno las autoridades indígenas, han emitido declaraciones y resoluciones con el objeto de propiciar instrumentos de control para este fenómeno, así mismo desde lo legislativo y la Corte Constitucional ha habido diferentes pronunciamientos para que la población indígena en condición de desplazamiento forzado, se les garantice el restablecimiento y goce efectivo de derechos, como la salvaguarda física y cultural.
De acuerdo a la dispersión espacial de los Emberá, existen tres grandes grupos: Eyabidá (bida=lugar y eya=montaña -) habitantes de montañas; Oibidá, que habitan las partes más alejadas y poco accesibles. Dobidá (bida=lugar y do=río), habitantes de ríos. Su raíz lingüística desciende de la lengua Chocó y presenta variaciones dialectales. Su organización social se fundamenta alrededor de sus prácticas rituales y núcleos familiares y la organización política en función de los cabildos, las organizaciones regionales y de orden nacional.